Un manager joven y un periodista en formación por Ignacio Serrano

Por Prensa Leones del Caracas / Ignacio Serrano
Publicado el 28/05/2017

En el marco de los 75 años de Caracas BBC invitamos a reconocidos periodistas deportivos del país a escribir artículos para conmemorar el mes aniversario de la franquicia. A lo largo del mes de mayo podremos leer desde su perspectiva y algunos a través de anécdotas, lo que es Caracas para ellos y para el país. El octavo bate es El Emergente, Ignacio Serrano:

 

Felipe Alou, Bill Plummer, Jim Leyland y Phil Regan pasaron por el Caracas antes de dirigir en las Grandes Ligas. Regino Otero, Pompeyo Davalillo y el Chico Carrasquel son historia pura en nuestra pelota. Omar Malavé, Carlos Subero, Dave Hudgens y Alfredo Pedrique nos regalaron apasionantes charlas beisboleras. Frank Kremblas nos divirtió siempre con sus inesperadas salidas.

La lista de managers caraquistas es fecunda y da para para muchas conversaciones entre aficionados, de esas que van en ida y vuelta de la crítica a la nostalgia. Pero este periodista guarda un recuerdo especial para uno a quien el destino trató mal, por haberle adelantado su hora.

Manny Acta tenía 30 años de edad cuando vino a Venezuela por primera vez. Ya dirigía, porque comenzó muy joven, a los 24, en las granjas de los Astros de Houston. Allí le echó el ojo Oscar Prieto Párraga, por entonces vicepresidente de los Leones, y finalmente se lo trajo como coach, con una idea visionaria: darle algunas temporadas de fogueo, para permitirle conocer la liga, y entregarle la conducción cuando fuera el momento preciso.

Con el dominicano trabamos de inmediato una relación cordial, amistosa y de profundo respeto. Posiblemente se debiera a que somos prácticamente contemporáneos, y sin duda a su bonhomía. Porque Acta, que es hombre de beisbol y disciplinado analista, es también persona de valores y muy buen conversador.

Oscar estaba convencido de que su nuevo favorito llegaría lejos. Así decía: que era alguien especial. ¿Cuántas novenas en la LVBP se han traído a un inexperto instructor extranjero pensando en darle la divisa después de algunos años de formación?

Pero la vida hace cabriolas y con frecuencia se burla de nuestros planes. John Stearns, que en aquel 1999 regresaba para una segunda experiencia con la organización, no fue ni la sombra del primer Stearns que conocieron Prieto y Pablo Morales. Le despidieron antes de terminar el primer mes de campaña y Acta asumió como piloto interino por el resto de la zafra.

Caracas no clasificó, pero él fue ratificado en el mando. Después de todo, la idea original había sido esa; no había forma ya de no cabalgar a la fiera, y en septiembre de 2000 regresó para una segunda oportunidad.

Avergüenza un poco citar acá a esos melenudos, en medio de tantos recuerdos de grandeza que hacen estupendos colegas por este aniversario. Aquel roster tenía nombres sonoros, como Bob Abreu, Roger Cedeño, Beto Méndez, Alex González, Liu Rodríguez, Wiklenman González, Antonio Álvarez y Steve Torrealba, todos grandeligas en algún momento de sus trayectorias. Mark De Rosa y Morgan Ensberg estuvieron entre sus importados. En la segunda justa batearon para .290 de average colectivo, con 50 jonrones. Pero más de una vez hicieron 10 carreras y perdieron por 11, por 12 o por 13.

Sin pitcheo no hay paraíso, y la generación de aquellos tiempos prometió el Parnaso, pero no cumplió.

Tarde a tarde, analizábamos con Acta las decisiones del día anterior, las razones de la derrota, la estrategia a seguir en lo sucesivo. Tanto aprendía él en la LVBP como estábamos aprendiendo nosotros en nuestra profesión. De aquellos tiempos data una lección que jamás olvidaríamos, y que pasaríamos luego a los colegas más jóvenes: nunca critiques la decisión de un piloto hasta tanto no escuches las razones de los movimientos en el terreno o en el lineup.

A un pasante de El Nacional, hoy merecidamente entre los mejores del oficio, le tocó un día escribir la crónica de un tropiezo más en el Universitario, un juego que había terminado cuando José Alguacil, con el empate en sus spikes, fue puesto out en un intento de robar tercera base, en el noveno inning. La nota del impulsivo estudiante se cebaba en la decisión del estratega. Nuestro único consejo matutino fue: “Es posible que no haya sido así, pregúntale a Acta”.

Manny no ordenó el robo. Fue una acción personal de Alguacil, que sorprendió a todos, menos al catcher contrario. Y sin embargo, razonó caballerosamente con el joven fablistán, sin mostrar enojo por el artículo casi incendiario que horas antes éste le había dedicado.

No pudimos ver lo que realmente habría sido capaz de hacer Acta con los metropolitanos, en caso de contar con un staff que no tuviera 5.33 de efectividad colectiva. Con ese elenco habrían perdido Regan y Pompeyo, Martín Dihigo y Carrasquel. El público lo detestó. Es lógico, eso pasa cuando un timonel no gana. Prieto, incluso queriendo repetirlo, ya no lo trajo para 2001.

El destino le dio luego lo que merecía. Fue campeón en su República Dominicana, con los Tigres del Licey; con ellos ganó también la Serie del Caribe y finalmente llegó a las Grandes Ligas, en 2007. Le tocaron dos escuadras en construcción, los Nacionales de Washington y los Indios de Cleveland, pero igual fueron seis campeonatos arriba, que le quiten lo bailado.  Hoy es el coach de tercera base de los Marineros de Seattle.

La lista de managers capitalinos es larga y resplandeciente, pero el joven reportero que este periodista fue alguna vez, a finales del siglo pasado, todavía le agradece a la vida el haber bebido tanto beisbol por las tardes, en aquellas charlas cordiales con ese aprendiz de técnico de apenas 30 años de nacido, casi la misma edad que tenía este cronista, testigo de sus desvelos por hacer de los Leones un equipo ganador.

 

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